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La efectividad de las sanciones económicas sobre Rusia tras el inicio de la guerra de Ucrania: Esfuerzos de desacoplamiento y aislamiento de la economía rusa

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Por Eduardo Griñán Lloret

En un contexto de crecientes tensiones en Europa del Este como consecuencia de las repetidas exigencias de Moscú de que no se diese cabida a Ucrania en la alianza atlántica y se abortasen ciertas maniobras militares en y alrededor de tal circunscripción territorial, a principios de diciembre de 2021, el rotativo The Washington Post reveló información de inteligencia estadounidense que mostraba a través de imágenes satelitales una abrumadora concentración de tropas rusas en varios puntos de la frontera ucraniana. Según apuntaban los funcionarios estadounidenses, el contingente de aproximadamente 175.000 soldados estaría tomando posiciones para acometer una ofensiva por múltiples frentes a principios de 2022. Los responsables de inteligencia, optando por una estrategia de revelación de información sin precedentes, llevaban tiempo advirtiendo de la animosidad rusa reflejada en el despliegue militar a lo largo de la frontera con Ucrania (1).

El 21 de febrero de 2022, el presidente ruso retransmitió un discurso en el que vertía punzantes argumentos contra una OTAN que habría pasado por alto las preocupaciones de seguridad de Rusia y una Ucrania que, bajo un punto de vista altamente revisionista de Moscú, se había construido artificialmente y estaba mecanizando un agresivo proyecto nacionalista genuinamente antirruso. Antes de cerrar su intervención, reconoció la independencia y soberanía de Donetsk y Lugansk, los óblasts separatistas del este de Ucrania. El 23 de febrero, adelantándose a una inminente invasión, Ucrania declaró el estado de emergencia y movilizó a los reservistas. Un día más tarde, Putin anunció una “operación militar especial” en la región oriental del Dombás bajo el pretexto de proteger a los civiles que llevaban siendo objeto de “genocidio por parte del régimen de Kyiv durante ocho años”, bloquear un futuro ingreso de Ucrania en la OTAN, así como desmilitarizar y “desnazificar” el país. Junto con ello, lanzó una advertencia de que aquellos que interviniesen se enfrentarían a severas represalias, perfilando la amenaza del botón nuclear.

Después de meses de advertencias, la profecía anunciada por varios dirigentes estadounidenses y europeos se materializó en la mayor agresión militar perpetrada en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Las declaraciones oficiales de condena a la agresión rusa alrededor del mundo fueron acompañadas, en el caso de más de cuarenta países, por una avalancha de sanciones que se pusieron por objeto acogotar la economía rusa. Las contramedidas económicas fueron más allá del sentido convencional y se ampliaron a prácticamente todos los sectores de la economía en un intento por hacerle la guerra más costosa a Putin y desequipar las industrias estratégicas del país, así como aturdir su capacidad productiva. 

El sector financiero ha sido uno de los más dañados por medio de las sanciones, habiendo puesto la diana en tres pilares principales. En primer lugar, la fijación de sanciones contra una vasta cantidad de individuos rusos partícipes o cómplices de la invasión, así como contra aquellos tienen una especial relación con el régimen (2). En segundo lugar, la imposición de sanciones contra una serie de bancos rusos (3), con la opción de poder desconectarlos del SWIFT, el sistema internacional de mensajería interbancaria con sede en Bruselas. Cabe destacar que, con anterioridad a la guerra, la opción de desacoplar a bancos rusos del sistema financiero internacional se veía como un objetivo ciertamente complejo. Y, en tercer lugar, el bloqueo de acceso y uso al Banco Central de la Federación de Rusia (CBRF) de su sistema internacional de reservas en un conjunto de jurisdicciones que incluyen a Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Japón, Australia, Corea del Sur, Singapur, Suiza (4) y otros países del G7, cerrando la capacidad del país para acceder a una parte sustancial de los 630.000 millones de dólares en divisas extranjeras y otra serie de activos. Como resultado, el rublo se desplomó un 30% y la inflación interanual se colocó en un 9,2% en febrero, ascendiendo al 14,3% en datos de agosto. 

El duro e inesperado golpe asestado sobre el CBRF ha causado importantes estragos para la economía y moneda rusa. Si bien es cierto que no es la primera vez que se toma una decisión como esta, lo que no tiene precedentes es la rapidez con la que se anunció la sanción y su enorme envergadura, sobre todo al tratarse de un banco especialmente activo a nivel internacional. Además, el Banco de Pagos Internacionales (BIS), una institución financiera con sede en Basilea compuesta por numerosos bancos centrales, notificó que seguiría las sanciones “según proceda”, también un hecho del todo anormal. El fuerte impacto de esta medida pilló por sorpresa a una Rusia que desde que lanzó su primera agresión a Ucrania en 2014, había apostado por diversificar sus reservas de divisas extranjeras más allá del dólar estadounidense. A pesar de ello, la situación se fue renivelando paulatinamente para Rusia debido a su saldo de cuenta corriente positivo por la venta de hidrocarburos. 

En adición a las medidas adoptadas por los Gobiernos, algunas empresas financieras de gran envergadura como VISA y MasterCard decidieron restringir sus servicios en Rusia. No obstante, estas no han sido las únicas compañías que han tomado cartas en el asunto y han optado por suspender sus operaciones en el mercado ruso o directamente abandonarlo. Según una investigación llevada a cabo por la Universidad de Yale, desde que comenzó la guerra en Ucrania, más de 1.000 empresas han anunciado una rebaja voluntaria de sus operaciones en Rusia por encima del mínimo establecido por las sanciones internacionales. El goteo constante de empresas occidentales que restringen su actividad también se ha hecho notar en los grandes centros comerciales del país, que han visto cómo los minoristas occidentales han ido abandonando sus almacenes desde el 24 de febrero (5). Adoptando una perspectiva más optimista, Putin subrayó que el contexto de retirada de marcas extranjeras traía consigo “una oportunidad única para desarrollar nuestra propia producción”. Ahora bien, reemplazar las relaciones con los antiguos proveedores y buscar nuevos que puedan cubrir toda la demanda no es un proceso tan fácil y rápido como casi parece insinuar el presidente ruso.

Uno de los sectores que se ha convertido en un talón de Aquiles a nivel global es, sin lugar a duda, el energético. Desde finales de febrero, el precio de la energía se disparó dramáticamente, generando importantes reveses para todo el mundo. Aun así, las sanciones no se detuvieron en este campo y se introdujeron planes para la diversificación energética y disminución de la dependencia de Rusia. El pistoletazo más evidente del deterioro de la situación energética se dio con el inesperado anunció del canciller alemán, Olaf Scholz, de suspender el gasoducto Nord Stream 2, un ambicioso proyecto que habría suministrado gas ruso directamente a Alemania. Con posterioridad, el Ejecutivo estadounidense anunciaría la prohibición de importación de hidrocarburos procedentes de Rusia. Una medida ciertamente pareja vino de parte de Reino Unido, que se propuso eliminar paulatinamente las importaciones de petróleo ruso para finales de año. Por su parte, la Unión Europea, mucho más dependiente de las energías fósiles rusas, hizo público un plan para reducir la importación de gas ruso en dos tercios y de petróleo en un 90% en 2022. En cosa queda clara de todo esto, y es que “la concentración del poder de mercado en la producción de cualquier producto conlleva riesgos geopolíticos” (6).

Al severo conjunto de medidas económicas, se acoplaron unos tenaces controles de exportación. Comparativamente con las sanciones, mucho más calibradas a infringir dolor económico, los controles de exportación se caracterizan por restringir la comercialización de ciertos tipos de bienes y servicios, entre los que pueden destacar primariamente los productos básicos y la tecnología, con otro país. Por ende, trascendiendo de la degradación económica, estos embargos a las exportaciones se proponen implantar “retrasos estratégicos en su capacidad para innovar en sectores específicos” (7) o, lo que es lo mismo, más que pretender un bloqueo total de la capacidad de modernización e innovación del país, los controles trabajan para dificultar en el mayor grado posible la consecución de los objetivos marcados por un país. En esta ocasión, los controles han sobrepasado su marco de fluctuación tradicional, en el que los Estados que los imponían los orientaban a la industria militar y otros artículos de doble uso -esto es, de aplicación civil y militar-, para apuntalar unos objetivos económicos más ambiciosos orientados a deteriorar la maquinaria de guerra de Rusia. La lista negra de artículos sensibles se ha ampliado consistentemente y ha cortado ingentes riegos de suministro vitales para la industria nacional rusa. Esto es especialmente crítico para los llamados monogorods, que son ciudades ubicadas generalmente en las regiones de Siberia o los Urales que dependen de una sola industria o fábrica. La mitad de ellos absorberá un impacto negativo de las sanciones. A este respecto, cabe destacar que, en otras ocasiones, los anuncios de despidos en estas ciudades han auspiciado protestas sociales desestabilizadoras. Decidido a seguir una línea más dura, Estados Unidos prohibió la venta de cualquier tipo de producto, ya fuera con finalidades civiles o militares, al ejército ruso. Pero uno de los aspectos más importantes no es únicamente la modernización y dilatación de estos controles, sino su puesta en coordinación con el resto de países que están imponiendo sanciones y restricciones a Rusia.

No hay duda de que las sanciones y los controles internacionales han ocasionado intensos dolores de cabeza en el Kremlin, pero cabe preguntarse, aun así, si han logrado sus objetivos y analizar su grado de efectividad. La facilidad de Rusia para reubicar su oferta petrolífera ha planteado dudas sobre si verdaderamente estas medidas de presión son exitosas o si generan alguna lesión al país. En una primera lectura, la vertiginosa caída de las importaciones de petróleo ruso en Occidente ha recortado los ingresos que reciben las arcas públicas de la federación. Acudiendo a un segundo plano, aun cuando Moscú puede vender a otros mercados, este beneficio se recorta en el momento en que Rusia se ve empujada a dar elevados descuentos en los barriles, posicionándose el crudo ruso en un promedio de 30 dólares menos que la media mundial. Adicionalmente, la dilatada tasa de exportaciones de hidrocarburos (8) ha ido acompañada de una precipitada caída de las importaciones de diversos productos como resultado de las sanciones y los controles de exportación. El superávit ruso es resultado, fundamentalmente, de la venta de productos no procesados. Mientras tanto, el país es intensamente dependiente de las importaciones de productos de alto valor, muchos ellos necesarios para proceder con labores de mantenimiento y sustitución de las infraestructuras extractivas. Con respecto a los productos de tecnología avanzada, Rusia ha desarrollado una escandalosa dependencia de Occidente, en lo que, uniendo las importaciones procedentes de Europa y Estados Unidos, representa más de un 60%, muy superior que el corto 11% asociado a China. A diferencia de otros sectores como pueden ser el agrícola y el textil, la sustitución de este tipo de importaciones es mucho más complicada. Otros factores menos visibles en lo inmediato, pero sustancialmente importantes incluso no tan a la larga, son la privación de acceso a mercados financieros, la desvinculación de destacadas redes mundiales de investigación o la marea de fuga de cerebros. 

Un producto crítico para casi cualquier industria tecnológica y de transporte son los semiconductores, que involucran a las empresas productoras de electrodomésticos, automóviles, aviones, equipos militares y de otros aparatos electrónicos. El desabastecimiento de este artículo en Rusia ha causado tropiezos en su campaña militar. Tanto la fuerza aérea como el ejército de tierra han visto reducido su stock de armamento de alta precisión por esta misma razón, lo que ha derivado, inevitablemente, en que cada vez sea menos frecuente su uso sobre el terreno. En cualquier caso, la escasez de semiconductores en el mercado ruso tampoco podría ser rellenada por China. Esto se debe a que las empresas de semiconductores chinas también tienen un limitado acceso a varias piezas necesarias para producir este producto tecnológico a un nivel suficientemente sofisticado, en gran parte debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos a las exportaciones de esta clase de piezas en la época Trump. Asimismo, las empresas de alta tecnología rusas no pueden cubrir todas sus necesidades con la oferta china, ya que para muchas operaciones se requieren semiconductores de mayor calidad. Ilustrativa es la situación del sector de la automoción, que ha sido uno de los más resentidos después de que, con la salida de casi todos los fabricantes extranjeros y los problemas de producción interna por falta de suministros, las manufacturas cayeran un 97% tomando como referencia el año anterior. 

Volviendo a la cuestión de si China podría proporcionar un balón de oxígeno a Rusia, esta es una afirmación muy matizable. Aunque el país asiático haya realizado ciertos guiños ideológicos y de respaldo subliminal a Moscú, lo cierto es que anda con pies de plomo en la cuestión del apoyo al sorteo de las sanciones. Huelga añadir que, si las importaciones chinas procedentes de Rusia han aumentado en los meses siguientes al estallido de la guerra -viéndose eclipsadas por los hidrocarburos-, las exportaciones chinas se han reducido a niveles similares a las de los países occidentales (9). Debido a su elevado grado de interconexión, China no estaría dispuesta a sacrificar sus relaciones con Occidente para reflotar a Rusia, que económicamente no supone un pastel tan grande. En otro orden de cosas, el comercio de los países sancionadores con Rusia se ha desplomado un 60%, pero este no es el único dato, dado que inclusive los países no sancionadores han reducido su flujo comercial en un 40%. Paralelamente, mientras que únicamente el 2% de las importaciones y exportaciones totales de la Unión Europea tuvieron como origen y destino Rusia, a la inversa la cifra asciende hasta el 34%. Esto exhibe que, al margen de la cuestión energética, para Moscú será astronómicamente más complicado encontrar sustitutos para sus lazos comerciales que lo que le costará a la Unión.

Finalizando, las sanciones y sus efectos inoculan una nueva variante vírica en el cuerpo de la ya maltratada globalización. El súbito choque de placas tectónicas en el plano internacional ha incitado una remodelación del carácter de la economía como utensilio para lograr metas geopolíticas. De ello se deduce que la era de la convergencia por medio de la integración económica está en un proceso de transición cada vez más acelerado en el que la geopolítica superpondrá los intereses económicos.  Incluso la Unión Europea, que ha sido la tradicional defensora de las reglas globalistas, se ha alzado para la consecución de, en palabras de Ursula von der Leyen, una “Comisión geopolítica”. Consiguientemente, tengan mayor o menor efecto las sanciones internacionales, el mundo ya no volverá a ser el mismo.

Pie de página

  • (1) Aunque la inteligencia estadounidense había filtrado información clasificada en otras ocasiones, como con el asesinato del periodista Jamal Khashoggi orquestado por el príncipe saudí o la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, la cantidad de información y la frecuencia de difusión en el caso ucraniano no halla precedentes. Esta decisión se enmarca en una estrategia más amplia de uso calculado de la información para dar forma a los acontecimientos, no sin poner en riesgo sus capacidades en un futuro al levantar la alerta entre sus contrapartes y hacerlas reforzar su seguridad.
  • (2) El 16 de junio, con la publicación de un nuevo paquete de sanciones por parte de Reino Unido, la Secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Liz Truss, anunció que se impondría la prohibición de viaje y congelación de activos al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kirill I, por su “apoyo y respaldo” a la guerra en Ucrania. La ampliación del listado británico de individuos sancionados acoge por primera vez a una figura de esta índole, una decisión que ni siquiera la UE ha tomado y que irrita cuantiosamente a Moscú.
  • (3) Algunos bancos rusos con presencia en países de la Unión Europea han tenido que cerrar la cortina metálica a raíz de la guerra. Este es el caso del Sberbank Europe AG en Austria, que entró en liquidación tras la negativa de su matriz en Rusia a brindarle liquidez.
  • (4) Esta decisión adoptada por Suiza tiene un enorme calado debido a la quiebra de su tradicional postura de neutralidad.
  • (5) El GUM, el centro comercial más famoso de toda Rusia, ubicado privilegiadamente en frente de la Plaza Roja de Moscú, ha presenciado como más de dos docenas de tiendas han cerrado el escaparate desde el comienzo de la campaña rusa. La prohibición de exportación de materiales de lujo establecida en el tercer paquete de sanciones de la UE ha provocado que múltiples marcas europeas paralicen su suministro a Rusia. En el peor de los casos, según señala el presidente de la Unión de Centros Comerciales, representante de los propietarios de centros comerciales en Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, se espera que la salida de minoristas occidentales provoque una tasa de vacantes en los núcleos comerciales de entre el 40-50%.
  • (6) Fredrik Erixon et al., “Russia Import Dependency Problem”, European Center for International Political Economy, marzo de 2022 (en línea: https://ecipe.org/blog/russia-import-dependency-problem/#:~:text=The%20Russian%20economy%20relies%20heavily,the%20EU%20and%20the%20US)
  • (7) Emily S. Weinstein, “Making War More Difficult to Wage”, Foreign Affairs, 15 de julio de 2022 (en línea: https://www.foreignaffairs.com/articles/world/2022-07-15/making-war-more-difficult-wage)
  • (8) Cabe mencionar en este punto que sí es cierto que los ingresos por exportaciones petrolíferas han seguido creciendo, pero, según revela un informe del Ministerio de Economía ruso, la producción ha caído un 17%, mostrándose los fallos en la estructura productiva en parte provocada por la salida de empresas occidentales.
  • (9) Borrell, J., Op. cit.

Bibliografía

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