El dilema de seguridad: ¿aumentar o no el presupuesto en armamento?
Por Alejandro Sánchez
La disyuntiva entre armarse o no armarse supone una de las grandes preocupaciones para los Estados. La integridad territorial y la soberanía son elementos cruciales para toda entidad estatal, la cual hará lo que esté en su mano para conservarlos. La historia ha demostrado que una potencia armamentística es siempre tenida en cuenta en la esfera internacional ya que el armamento sirve como instrumento de disuasión ante las amenazas exteriores. La Guerra Fría supuso un gran desarrollo en las tesis sobre el armamento en los Estados de la mano de los pensadores de la Teoría Realista, imperante tras la Segunda Guerra Mundial e influyente en la política exterior estadounidense desde sus inicios. A grandes rasgos, los realistas argumentan que en una sociedad anárquica en la que no existe una autoridad superior a los Estados, la seguridad es un asunto primario en el que cada entidad estatal debe protegerse a sí misma, llegando a considerarse el resto de asuntos incluso como “low politics (Hoffman, 1966)” o asuntos de baja política. La manera más sencilla de estar protegido es tener un ejército potente con armas de última generación que permita obtener una ventaja respecto del enemigo. En esta afirmación se crea el “Dilema de Seguridad” (Herz, 1950). Es decir, el hecho de que un Estado se arme provoca un efecto de desconfianza y amenazante en el resto de actores que será respondido de forma equivalente (armándose también) o exponiéndose a la amenaza (no armándose o en menor medida). Este planteamiento puede observarse de manera más sencilla en el “Dilema del Prisionero”, el cual es un clásico ejemplo de disyuntiva moral: Clyde y Bonnie son dos peligrosos delincuentes que son interrogados a la vez en salas distintas. Ambos son culpables de los delitos de los que se les acusa y tienen que decidir si confesar o no decir nada.

Si los dos confiesan, ambos serán condenados a ocho años de cárcel. En caso de que ninguno de los dos confiese, ambos se quedarán un año en prisión, pero si uno confiesa y el otro no, el que no confiese tendrá que cargar con veinte años de condena mientras que el otro sale libre: Si aplicamos este dilema a la esfera internacional, podemos observar que armarse sería lo más seguro ya que en caso de que los Estados de alrededor decidan también adoptar la misma posición, estarían en igualdad de condiciones a pesar de que lo más beneficioso sería que nadie se armara. Desde la caída de la Unión Soviética, los Estados en líneas generales decidieron disminuir su presupuesto en armamento (“dividendos de la paz”) pero el siglo actual ha entrado con un cambio de tendencia debido a las convulsiones ocasionadas por el terrorismo y posteriormente en mayor medida por el auge de los BRICS. El expresidente Donald Trump ya propuso durante su mandato la necesidad de aumentar el presupuesto armamentístico al 2% del PIB en cada país de la OTAN, algo que no parecía viable a la mayoría de Estados integrantes de la alianza atlántica. Actualmente, la intervención rusa en Ucrania ha dado otra dimensión a este dilema y el canciller alemán Olaf Scholz ha anunciado que su país adoptará tal medida. En nuestro país, el presidente Sánchez también ha manifestado su apoyo a este movimiento y ahora también cree necesario un aumento en el gasto en armamento.
¿Es realmente una necesidad en los tiempos que corren un aumento del presupuesto armamentístico?
Los Estados dedican la parte que consideran necesaria de los presupuestos generales a armamento debido al siempre latente riesgo de verse sumergidos en una guerra o atrapados en una alianza comunitaria como la OTAN. Un aumento llamativo del presupuesto en esta materia en un país puede llevar a otros a seguir la misma línea por desconfianza y seguridad. De esta manera, se origina un círculo vicioso en el que se instala un clima de tensión en una especie de “paz armada”. Evidentemente, es imposible llegar a un mundo sin armas pero el incremento en el número de éstas significa el fracaso total de la diplomacia, el cual puede llevar a la guerra, que es a su vez el fracaso de la política y supone violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos. Realmente, la seguridad nacional en muchas ocasiones no se identifica con la posesión de gran cantidad de armamento. De hecho, el arsenal nuclear y de misiles balísticos que posee Corea del Norte solo hace aumentar las reticencias hacia su régimen. Además, los países miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido) usan parte de su arsenal para la exportación, la cual supone entre las cinco potencias mencionadas el 73% del total. Si indagamos un poco más, nos daremos cuenta de que las armas son necesarias en territorios conflictivos, es decir, los grandes importadores serán países emergentes o en conflicto. Por ejemplo, Arabia Saudí es probablemente el mayor importador en esta materia al ser uno de los países que más presupuesto dedica a armamento de la comunidad internacional, cuyos socios destacables son EEUU y también España. Actualmente, el régimen saudí comete graves violaciones de los DDHH en Yemen, donde la guerra civil que asola el país con la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita de fondo ha empobrecido el país espectacularmente. En conclusión, los Estados deben velar por la seguridad de los ciudadanos por y por la integridad de su territorio evitando el uso de las armas. El Informe de Desarrollo Humano del año 1994 puso de manifiesto tal afirmación en su día: “(…) el gasto en armas menoscaba la seguridad humana, al consumir preciosos recursos que podrían haberse destinado al desarrollo humano”. Debido a esto, ante situaciones difíciles como la invasión de Ucrania u otras que estén por venir, se deben llegar a acuerdos diplomáticos multilaterales para la limitación de armamento, especialmente el nuclear, como ya se hizo en el último período de la Guerra Fría. El camino hacia ello es la transparencia, ya que como defendió el máximo exponente del Social Constructivismo Alexander Wendt: el sistema internacional anárquico es como los Estados quieran configurarlo (Wendt, 1992).
Como conclusión, el dilema de la seguridad es un término relativamente contemporáneo pero que ha existido desde la creación del Estado. La historia nos ha enseñado que las guerras son atemporales, por eso este dilema siempre va a acompañar a los altos gobernantes. Estos deben comprender que la seguridad es inversamente proporcional a la proliferación de armamento en la Sociedad Internacional. Por ello, las entidades estatales deben hacer un esfuerzo e invertir en llegar a acuerdos respetando todos los intereses y el derecho internacional que ellos mismos han creado (e incumplen) en vez de hacerlo en armas que pueden volverse en su contra, cuya postura demuestra poca talla política y mucho menos voluntad de preservar los intereses de los ciudadanos.
Bibliografía
- Herz, J. (1950). Idealist Inernationalism and Political Idealism. World Politics, 157-180.
- Hoffman, S. (1966). Obstinate or Obsolete? The fate of the nation state and the case of Western Europe. Deadalus
- SIPRI yearbook . (2021). Obtenido de https://www.sipri.org/databases/milex
- Wendt, A. (1992). Anarchy is what states make of it. International Organization.